El Holocausto

Por Amy Elizabeth Robinson
El Holocausto fue el asesinato de millones de judíos y otros grupos perseguidos a lo largo del territorio que los nazis ocuparon en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Hablar de ello implica abordar uno de los temas más complejos y necesarios de la historia.

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A close-up photograph of the forearms of a Holocaust survivor. There is a number tattooed on one of the person’s forearms.

Un espiral de fascismo

A pesar de los ideales políticos de liberalismo y reformadores, el genocidio era una de las características del mundo a comienzos del siglo XX. En particular, las matanzas masivas de los herero y los nama en el sudoeste africano alemán en 1904 y de armenios en el Imperio Otomano en 1915 eran noticias de alto impacto, pero que rápidamente lograron la aceptación de muchos al parecer. Por la década de 1930, muchas partes del mundo parecían estar atrapadas en un espiral de edificación imperial, nacionalismo y autoritarismo. En un comienzo fomentadas por solo unos pocos partidarios fascistas, estas tendencias comenzaron a arraigarse en la gente “ordinaria” llena de odio y temor. En esta atmósfera, había poco espacio para ideas como los derechos humanos. En Europa durante la Segunda Guerra Mundial, el espiral culminó en la extrema violencia y genocidio que denominamos el Holocausto.

El Holocausto fue el asesinato deliberado de millones de personas por el Partido Nazi de Adolfo Hitler, el ejército alemán (los Wehrmacht) y los colaboradores locales en Europa. Las víctimas incluían 6 millones de judíos, entre 250.000 y 1 millón de romaníes (a menudo mal caracterizados como “gitanos”), 3 millones de prisioneros de guerra soviéticos (POW), varios millones de civiles no judíos de Europa Oriental y cientos de miles de otras personas atacadas debido a su raza, afiliación política, discapacidad, religión u orientación sexual.

La matanza se llevó a cabo en varias locaciones. Algunas se realizaron en instituciones abocadas a la eugenesia1 en el programa de asesinato en masa "T4" de Hitler mediante eutanasia forzada o asesinato médico. Muchos murieron a causa de enfermedades, hambruna o exceso de trabajo en campos de concentración, campos de trabajo forzado o “guetos”. Los guetos eran secciones separadas por una pared de ciudades ocupadas en donde se obligaba a vivir a los judíos. Muchos eran asesinados en tiroteos masivos, especialmente en Europa oriental. Y casi la mitad de la población judía que falleció en el Holocausto fue masacrada en “campos de exterminio”: Chelmno, Sobibor, Treblinka, Belzec, Majdanek y Auschwitz. Los romaníes, POW y otros fueron asesinados allí también.

A photo of a German bank note with a red stamp of the star of David in the left hand corner.
Este dinero impreso era obsoleto en Alemania, pero se reutilizaba en los guetos alemanes – observen el sello rojo en la esquina inferior izquierda. Esto les dio a los alemanes más control sobre los judíos, debido a que no podían acumular dinero con facilidad que pudiese ser válido fuera de los guetos, dominio público.

Se trató de violencia y devastación a una escala que es casi inconcebible. Por lo cual pensar en ello es fundamental. La difícil misión de recordar qué salió mal es la forma de impedir que vuelva a ocurrir. En este artículo, analizaremos cómo la persecución de las minorías comenzó con pequeñas medidas, se incrementó gradualmente y comenzó a involucrar la participación de más y más perpetradores, hasta que llegó al horrendo nivel de genocidio a escala de sociedad.

Orígenes y primeros pasos antes de la Segunda Guerra Mundial

En las lecciones sobre el fascismo, aprendieron cómo el racismo científico y las ideas sobre la “pureza” nacional y la “redención” alimentaron las visiones fascistas del mundo a principios del siglo XX. También aprendieron bastante sobre el imperialismo en Europa. Todos estos elementos se reunieron de una manera poderosa y terrible en la Alemania bélica de Hitler. Tal como escribe el historiador de la Segunda Guerra Mundial, Robert Gellately, “fue en el contexto de la creación de un imperio germánico que el régimen Nazi adoptó la verdaderamente monstruosa iniciativa de asesinar a todos los judíos de Europa”.

Había tan solo medio millón de ciudadanos alemanes judíos antes de la guerra. Estos no eran el único objetivo de los nazis. Otros grupos incluían a cualquiera que los nazis consideraran “no apto” (política, física o sexualmente) para la vida alemana. Aunque para Hitler, y eventualmente para el estado Nazi que controlaba, “resolver el problema judío” era la clave para la creación de una nación de raza “pura”. En las décadas de 1920 y 1930, una generación de alemanes crecía aprendiendo sobre la “ciencia racial”, una amenaza “judía- bolchevique” y el victimismo “ario”. Aprendían esto en las escuelas y en grupos como la Liga de Mujeres Alemanas y Juventudes Hitlerianas. Los jóvenes alemanes se acostumbraron a la marginación y humillación de sus vecinos judíos.

Estas ideas evolucionaron hasta formar una política en 1933, cuando los nazis obligaron a los ciudadanos alemanes judíos a registrarse e identificarse a sí mismos a través de brazaletes o estrellas amarillas. Luego, en 1935, los nazis aprobaron las Leyes de Núremberg, despojando a judíos y romaníes de la ciudadanía alemana y prohibiendo varios tipos de relaciones entre alemanes “puros” y otros. Por ejemplo, los judíos no podían dar empleo a sirvientes con “sangre o parentesco alemán” y se prohibieron las relaciones íntimas entre los dos grupos.

Muchos no judíos alemanes se amotinaron el 9 de noviembre de 1938, una fecha que ha llegado a conocerse como la Kristallnacht (la “noche de los cristales rotos”). La eugenesia agregó combustible a su odio existente y, por supuesto, su propio gobierno estaba promoviendo el odio hacia el pueblo judío. Saquearon y destruyeron sinagogas, escuelas, negocios, hospitales y hogares judíos en toda Alemania. El jefe de la Gestapo (policía nazi) ordenó a las unidades de la policía local que no interfirieran. Cerca de 30.000 varones judíos fueron detenidos esa noche y enviados a campos de concentración que habían sido construidos para albergar a miembros supuestamente “antisociales” del estado Nazi.

Poco después de Kristallnacht, los judíos perdieron más derechos civiles. Se les prohibió el acceso al transporte público, los parques y las escuelas, y comenzó una campaña nazi de “arianización”. Los judíos perdieron el derecho a ejercer determinados trabajos. Se les confiscaron sus propiedades y ahorros. Se hizo cada vez más claro que los judíos estaban marcados por el estado nazi para su eliminación, mediante encarcelamiento, emigración, expulsión o algo peor.

Intensificación después de 1939

Adolfo Hitler invadió Polonia en 1939, con el objetivo de crear Lebensraum (espacio vital) para los alemanes “arios”. Esto marcó otro punto en la intensificación del Holocausto. La invasión alemana de Polonia desde el oeste fue seguida de la invasión soviética de Polonia desde el este. Este doble ataque desató una violencia extrema, que incluyó no solo campos de concentración, sino también tiroteos masivos, hambrunas y trabajos forzados.

En medio de esta violencia, “la supervivencia misma fue un acto constante de resistencia” para el pueblo judío, dicen las historiadoras Dalia Ofer y Lenore Weitzman. Los judíos polacos fueron obligados a vivir en guetos abarrotados a lo largo de las principales líneas de ferrocarril, para facilitar su eventual expulsión. Los líderes debatían si los judíos debían enviarse a un solo sector de Polonia, a Palestina o incluso a Madagascar. En muchos lugares los judíos eran disparados en masa (todos juntos), a menudo por no judíos locales que tenían adiestramiento y eran alentados por los escuadrones de muerte paramilitares alemanes, llamados Einsatzgruppen. Innumerables judíos, romaníes, prisioneros de guerra soviéticos y opositores locales fueron asesinados o enviados a guetos o campos de trabajo. Los que escapaban se escondían en el bosque, a veces uniéndose a las fuerzas de resistencia.

Al mismo tiempo, los nazis también comenzaron el programa “T4”, que asesinaba deliberadamente a adolescentes, adultos y ancianos con discapacidades, a quienes se les consideraba como miembros “no aptos” de la sociedad.

La “solución final”

En julio de 1941, el Reichsmarshall de Adolfo Hitler, Hermann Goring, escribió una carta al jefe de Gestapo, Reynard Heydrich, solicitando una “solución final” a la “problemática judía”. En algún momento del otoño o invierno de 1941, Hitler autorizó el asesinato en masa de los judíos. Los campos de exterminio, que permitían la gasificación en masa y la cremación de los presos, ya estaba en construcción en el territorio polaco ocupado. En la primavera de 1942, comenzaron las deportaciones masivas de judíos desde los guetos de Polonia a los campos de exterminio. Pronto les seguirían las deportaciones desde el territorio europeo ocupado por los nazi. Al final de la guerra, más de 3 millones de personas habían sido asesinadas en estos lugares de matanza industrial: alrededor de 320.000 en Chelmno, 1,7 millones en Belzec, Treblinka y Sobibor, y 1,25 millones en Auschwitz-Birkenau.

Los reclusos llegaban en tren y los formaban para su inspección, segregación y selección para trabajos forzados o gaseamiento inmediato. Sufrían de acoso y humillaciones durante todo el proceso. Con frecuencia se seleccionaba a mujeres embarazadas, niños y madres de niños pequeños para gaseamiento ya que su supervivencia continuaría con la “raza” judía. Se seleccionaban reclusos ancianos, enfermos, heridos y discapacitados porque no podían ser explotados para el esfuerzo de guerra. Pero los judíos y otros que sobrevivieron a los trabajos forzados también terminaban siendo asesinados, porque su fuerza y resistencia eran percibidas como un peligro para los nazis. La lógica era cruel, racista y metódica y continuó por más de dos años.

¿Quiénes fueron los asesinos?

El horror del Holocausto no se limitaba a los campos de exterminio, y la violencia crecía a medida que la derrota alemana era inminente. En 1944, los desesperados esfuerzos de guerra de Alemania incluyeron el uso generalizado de los reclusos de los campos de concentración como mano de obra esclava en granjas y fábricas tanto estatales como privadas. El historiador económico Peter Hayes estima que dos tercios de estos 700.000 trabajadores esclavizados murieron en el plazo de un año. Al mismo tiempo, “un gran número de judíos seguían siendo sacrificados” en lugares de exterminio cerca de sus hogares en las tierras orientales ocupadas. Respecto a estos asesinatos, Omer Bartov escribe lo siguiente:

Este tipo de matanza era muy diferente del asesinato en masa de carácter industrial, un tanto aislado e impersonal en cámaras de gas, que distinguía al Holocausto de otros genocidios. En cambio, se trataba de una asesinato masivo de carácter íntimo, cara a cara en pueblos donde las víctimas, perpetradores y transeúntes solían conocerse de antemano y en donde nadie se mostraba completamente pasivo o podía afirmar no haber visto, oído o sabido de la matanza.

Las palabras de Bartov y el hecho de que judíos y otros murieran trabajando para empresas privadas nos recuerdan que el Holocausto no podría haber ocurrido sin una amplia colaboración civil.

Muchos historiadores ahora estudian la vida “ordinaria” o “cotidiana” de las personas arrastradas por la violencia del fascismo y el Holocausto. En Alemania, a muchas personas se les llevó hacia este humor de fervor fascista jovial, al sentido de pertenencia y redención. Y para la década de 1940, los alemanes estaban inmersos en propaganda y dentro de una perspectiva global racista e imperialista. Lo que estaba ocurriendo podría haberse percibido tan solo como un incremento de algo a lo que estaban “acostumbrados”. Los romaníes en Alemania, por ejemplo, por largo rato llevaron el mote de “criminales habituales”, y fueron encarcelados y objeto de discriminación. Además, no fueron solo los alemanes comunes los que participaron del Holocausto. En lugares como Croacia y Ucrania, una relativamente pequeña presencia Nazi se impuso con campañas locales de “limpieza étnica”, de carácter racista y nacionalista.

El género ofrece una forma particularmente interesante de pensar sobre la participación de la gente común en el fascismo y el Holocausto. Tanto Mussolini como Hitler creían que las mujeres pertenecían al hogar y producían niños para la nación, y las imágenes y la ideología fascistas estaban empapadas de masculinidad militarista. “La guerra es para los hombres como la maternidad para las mujeres”, dijo Mussolini. Tan agobiante como suene, muchas mujeres adoptaron los regímenes fascistas debido a que ofrecían, según las palabras de la historiadora Victoria de Grazia, una “experiencia desconcertante acerca de nuevas oportunidades y represiones”. Sentían cómo si se estuviesen ofreciendo como voluntarias para contribuir a la causa nacional, a pesar de que también estaban perdiendo libertades cruciales, como la capacidad de pensar y tomar decisiones por sí mismas.

Mujeres y niñas también conformaron la mitad de las víctimas del Holocausto. Gisela Bock, una historiadora de las mujeres en la Alemania nazi, nos pide recordar que en el nazismo y el Holocausto, “la raza” paso a ser el marcador de identidad más importante, aquello que determinaba si una persona sobrevivía o debía morir. Es posible que las víctimas masculinas y femeninas del Holocausto hayan tenido experiencias ligeramente diferentes en los campos, pero frente al nazismo se les consideraba simplemente como “diferentes horrores dentro del mismo infierno”. Además, cualquiera que estuviese dentro del estandarte que hoy denominamos LGBTQ, se convertía en objetivo junto con los judíos, los romaníes y otros grupos.

Es probable que siempre exista la discordia respecto a la inmensidad del Holocausto, y especialmente con el hecho de que varias personas participaron en la matanza, dieron su apoyo a la matanza o fracasaron al momento de actuar o alzar la voz cuando fueron testigos del daño que se les causaba a otros.

El fascismo y el Holocausto destruyeron el sentido común de conexión humana y confianza. En muchos aspectos, seguimos en proceso de recuperación. Debemos estar atentos para cuando nosotros también nos “acostumbremos” a observar una represión casual sobre otros, cuando nuestra compasión cotidiana por personas distintas a nosotros desaparezca. Sin compasión, siempre está la posibilidad de que algo como el Holocausto vuelva a ocurrir.

A large, grey memorial stone shows an engraving of a poem attributed to the German pastor Martin Niemöller. It was a confession he made after the war, and was subsequently translated in a poetic style. There are different versions, but the text here reads: “They came first for the Communists, and I didn’t speak up because I wasn’t a Communist / Then they came for the Jews, and I didn’t speak up because I wasn’t a Jew / Then they came for the trade unionists, and I didn’t speak up because I wasn’t a trade unionist / Then they came for the Catholics, and I didn’t speak up because I was a Protestant / Then they came for me, and by that time no one was left to speak up.”
Este monumento en el Memorial del Holocausto de Nueva Inglaterra en Boston, MA, muestra un grabado de un poema atribuido al pastor alemán Martin Niemoller. Fue una confesión que hizo después de la guerra y posteriormente fue traducida en un estilo poético. Existen diferentes versiones, pero el texto dice lo siguiente: “Vinieron primero por los comunistas, y yo no alcé la voz porque no era comunista / Luego vinieron por los judíos y no alcé la voz porque no era judío / Luego vinieron por los sindicalistas y yo no alcé la voz porque no eran sindicalista / Luego vinieron por los católicos y yo no alcé la voz porque yo era protestante / Entonces vinieron por mí, y en ese momento no quedaba nadie que alzara la voz”. Por Yunner, CC BY-SA 3.0.

 


1 La eugenesia es una pseudociencia (ciencia falsa) que afirma que puedes crear una mejor raza de personas al evitar la reproducción de personas de las cuales se piensa que son inferiores debido a la raza, la capacidad, la sexualidad u otras razones.

Fuentes

Omer Bartov, “The Holocaust,” in Robert Gellately, ed., The Oxford Illustrated History of the Third Reich (Oxford UP, 2018), 213-241.

Gisela Bock, “Ordinary Women in Nazi Germany: Perpretrators, Victims, Followers, and Bystanders,” in Dalia Ofer and Lenore J. Weitzberg, eds., Women and the Holocaust (New Haven: Yale UP, 1998), 85-100.

Victoria de Grazia, How Fascism Ruled Women: Italy, 1922-1945 (Berkeley: UC Press, 1992).

Robert Gellately “Introduction: The Third Reich,” in Robert Gellately, ed., The Oxford Illustrated History of the Third Reich (Oxford UP, 2018), 1-17.

Myrna Goldenberg, “Different Horrors, Same Hell,” in Thinking the Unthinkable: Human Meanings of the Holocaust, ed. Roger Gottlieb (NY: Paulist Press, 1990), 150-166.

Atina Grossmann, “Feminist Debates about Women and National Socialism.” Gender and History 3:3 (Autumn 1991), 350-358.

Ian Hancock, “Romanies and the Holocaust: A Reevaluation and an Overview,” in Dan Stone, ed., The Historiography of the Holocaust (NY: Palgrave-Macmillan, 2004), 383-396.

Peter Hayes, “The Economy,” in Robert Gellately, ed., The Oxford Illustrated History of the Third Reich (Oxford UP, 2018), 190-212.

Dalia Ofer and Lenore J. Weitzberg, Women and the Holocaust (New Haven: Yale UP, 1998).

Timothy Snyder, Bloodlands: Europe Between Hitler and Stalin (NY: Basic Books, 2012).

“Unworthy to Live,” from the Facing History and Ourselves “Holocaust and Human Behavior” curriculum, at https://www.facinghistory.org/holocaust-and-human-behavior/chapter-8/unworthy-live. Accessed on June 4, 2019.

Amy Elizabeth Robinson

Amy Elizabeth Robinson tiene un doctorado de la Universidad de Stanford en la Historia de Gran Bretaña y el Imperio Británico. Se desempeña como escritora independiente, editora y ha impartido docencia en la Universidad Estatal de Sonoma y la Universidad de Stanford.

Créditos de las imágenes

Creative Commons Este trabajo tiene licencia CC BY 4.0 excepto lo siguiente:

Portada: LONDRES, DICIEMBRE 9: El sobreviviente de Auschwitz, el Sr. Leon Greenman, número de prisionero 98288, muestra su tatuaje numérico el 9 de diciembre de 2004 en el Museo Judío de Londres, Inglaterra. El Sr. Greenman O.B.E de 93 años y ciudadano británico, pasó tres años de su vida en seis campos de concentración diferentes durante la Segunda Guerra Mundial y desde 1946 ha contado incansablemente su vida a través de su exposición personal en el museo donde realiza eventos educativos para todos los grupos etarios. © Photo by Ian Waldie/ Getty Images. 

Este dinero impreso era obsoleto en Alemania, pero se reutilizaba en los guetos alemanes - observen el sello rojo en la esquina inferior izquierda. Esto les dio a los alemanes más control sobre los judíos, debido a que no podían acumular dinero con facilidad que pudiese ser válido fuera de los guetos, dominio público. Dominio público.https://commons.wikimedia.org/wiki/File:GERMANY_1929,_OBSOLETE_20_REICHSMARK_PAPER_BILL_USED_WITH_TWO_INK_STAMPS_FOR_USE_IN_A_JEWISH_GHETTO_OR_CONCENTRATION_CAMP_side_A_-_Flickr_-_woody1778a.jpg

El 11 de noviembre de 1938, el día después de la "noche de los cristales rotos", quedó claro cuántas empresas de judíos fueron vandalizadas. Aun así, la mayoría de los ciudadanos no judíos no alegaba. Dominio público. https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Kristallnacht#/media/File:The_day_after_Kristallnacht.jpg%20

Tumba masiva descubierta durante la Liberación del Campo de Concentración Bergen-Belsen en abril de 1945. Dominio público. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Mass_Grave_at_Bergen-Belsen_concentration_camp_-_Fritz_Klein_-_IWM_BU4260.jpg

Mapa que muestra las ubicaciones de los campos de concentración más grandes, aunque hubieron otros. Dominio público. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Major_Nazi_ConcentrationCamps_Europe_EL.jpeg

Este monumento en el Memorial del Holocausto de Nueva Inglaterra en Boston, MA, muestra un grabado de un poema atribuido al pastor alemán Martin Niemoller. Por Yunner, CC BY-SA 3.0. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:New_England_Holocaust_Memorial_Stone.JPG